Ahora mismo las cosas son diferentes. Antes tomábamos el sol hasta quedarnos secas. Con esas cremas de zanahoria pegajosas que aseguraban un bronceado inmediato. Esas leches de coco y esos trucos de abuela como echarse Coca Cola o mezclar Betadine con aceite para niños.
Como nos gustaba embadurnarnos bien, con todo aquel despliegue de potingues de los que, por supuesto, no cabía la menor duda de que estaban clínicamente testados. Resultaba edificante untarte de aquellas texturas pegajosas color marrón, y tender al sol esa piel transparente, el primer día de verano, con la total garantía de que ibas a despertar de la siesta convertida en la princesa de ébano, alias Srta. Campbell.
Ven, esas cosas ahora mismo no ocurren. Ahora mismo el miedo está por todas partes, y con razón, claro. Ahora pedimos proteccion pantalla total jungla de cristal para evitar manchas, arrugas, pecas y arrubiamientos indeseados. Miramos de reojo a la de al lado, afinando la vista para cotillear el factor protección Y LA MARCA (señores), para así reafirmarnos a nostros mismos la acertada decisión que tomamos al comprar la crema con el nombre más francés y con el factor más alto que había en la farmacia.
El colmo de esta historia sucedió de nuevo, una vez más, en otra de las recientes visitas a nuestra querida Lanzarote. Allí descubrimos que existe otra dimensión en el mundo de las cremas protectoras, otro planeta en el que sus habitantes, por llamarles de alguna manera, se protejen con cremas que les convierten en modernos avatares humanos.
Se desconoce todavía el por qué del color azul de dicha sustancia, pero hay hipótesis que apuntan a la posibilidad de que la crema provoque en quien se la aplica su reencarnación en un avatar de los de Cameron.
Otros locos apuestan por que el color azul de la crema haga que estos seres, de piel soberanamente pálida, puedan identificar en qué zonas no se ha distribuido bien la crema, y evitar así posibles mutaciones en gambas andantes del atlántico. Evidentemente, descartamos esta segundo opción por (i)lógica.
Atrás quedaron esos maravillosos años de lucha por un moreno inminente, cuando el sol era nuestro aliado en aquellos interminables mediodías de verano, tiradas en el suelo de nuestras azoteas de ladrillos naranja (¿alguien dijo playa?) hasta deshidratarnos como pimientos verdes … (fritos, claro).
En cualquier caso, este año, cuando vayan a la playa con sus maletas de piel y sus bikinis de rayas, recuerden que «hay un lugar donde vale la pena ponerse azul«; así comienza la película de Los Pitufos.
jajajjajajajaja!!! me ha encantado…. Totalmente cierto!
pero si tú también eras del clan de las sargantanas!
Claro!! era… ahora soy de las miran el factor y la marca del protector solar…jeje
Por eso me he sentido identificada desde la primera palabra a la última 🙂
Lo mejor, la manera de redactarlo… buenísimo!
yo era y aun soy como una «sagrantana» al sol !!!!!
eso de los potingues es total ! jejeje