Él; italiano, encantador, embaucador, berenjena y actor.
Ella; guapa, extremeña, plebeya, c(r)oqueta y fan fatal.
La historia sin sentido de un película sin sonido.
Chicago, 1929, el negocio del contrabando de alcohol sigue haciendo rico a Al Capone, y Kevin Costner aún no se había presentado al casting para interpretar a Eliot Ness (entre otras porque no había nacido). Los intocables eran otros: los intrépidos miembros de la EggsGAE.
Para que os hagáis una idea, los de la Stasi en el Berlin de los 50 eran unos papanatas comparados con los agentes de la EggsGAE, esos sí tenían un par de huevos (ya sabéis, cualquier tiempo pasado siempre fue mejor). Su misión era la de funcionar como un implacable servicio secreto tanto dentro como fuera de los supermercados locales. Con más de doscientas docenas de espías y otros tantos informadores, la EggsGAE se encargaba de vigilar cada uno de los alimentos sospechosos de no simpatizar con el régimen (también conocido como dieta).
Por aquel entonces, ser fruta o verdura estaba muy cotizado. En cambio, ser croqueta o bollo (sobretodo si eras mujer) podía suponer persecución y tortura hasta la sepultura. Pero como siempre, el hambre agudiza el ingenio, y las técnicas de camuflaje desarrolladas durante la época supusieron muchos quebraderos de cabeza para la EggsGAE. Que si bollos de mantequilla haciéndose pasar por berenjenas, que si croquetas encubriéndose con piel de pera; incluso a veces los auténticos vegetales tenían que pasar por el mal trago de ser encerrados y torturados hasta confesar, cuando en realidad ¡eran variedades auténticas!
Así que no pasó mucho tiempo hasta que las cosas empezaron a complicarse para los espías huevones…
El 16 de mayo de 1929 en Los Angeles (California), se entregaban por primera vez en el Salón Blossom del Hollywood Roosevelt Hotel unas estatuillas en forma de hombre desnudo con una espada que aguarda de pie sobre un rollo de película con cinco radios. Era la 1ª edición de los premios de la Academia de Cine, pero la ceremonia transcurrió sin mucho glamour porque ya se sabía el nombre de los ganadores desde Febrero (así de sosos eran los vegetales), con lo que no hubo ni alfombra roja, ni posados falsos, ni vestidos alquilados, ni cotilleos gratis. Vamos, un banquete de lo más «nini». Evidentemente, a estas celebraciones solo podían acudir frutas y verduras de mucho caché; el resto se limitaba simplemente a soñar. Y aquí es donde entra en escena nuestra protagonista: Ella.
Ella estaba locamente enamorada de Él. Perdidamente. Soñaba con olerle, tocarle, pelarle, freírle, rebozarle e incluso asarle! (desvergonzada). Era su ídolo, había visto todas sus películas y se sabía todos los diálogos. Al enterarse de que Él había salido nominado como mejor actor, se armó de coraje y puso todo su empeño en inventar el mejor disfraz de camuflaje. Desoyendo los consejos de su familia, trabajó día y noche hasta conseguir metros y metros de piel de pera. Tenía un plan: se rebozaría a sí misma con loctite, y luego extendería la piel de pera sobre la pendiente de una colina e iría rodando colina abajo hasta que quedara bien pegadita y sin arrugas.
Llegó el gran día y allá que fue Ella, con su vestido que era la pera, a conquistarlo a Él. Sabía que solo disponía de unos pocos segundos para que Él se fijara en Ella, pues se imaginaba que aquella ceremonia estaría llena de peras impresionantes, algunas naturales, la mayoría operadas, pero confiaba plenamente en su encanto y ¡qué demonios! al fin y al cabo el cine es una fábrica de sueños y soñar es gratis. Así que cuando Él estaba a punto de subirse a su limusina, con su smoking y su Óscar, Ella saltó el cordón policial con la inocente intención de pedirle un autógrafo.
Ante tal desfachatez, los de la EggsGAE, que vigilaban desde un piso franco, saltaron por la ventana preparados para el placaje cuando de repente el alcachófer de la limousina, ajeno a las intenciones de Ella, comenzó a gritar despavorido: – Alto! No disparen! Solo quería ver la pierna de Angelina!.
Y con tanta agitación, poco a poco, su piel de alcachofa se fue despegando escama a escama delatando lo que en realidad era: un pintxito de tortilla aceitoso y grasiento (qué pobre).
Con todo el revuelo, Él y Ella se refugiaron en una esquina, y Él con lágrimas en los ojos confesó:
«Aunque sea berenjena y esté rellena,
solo una cosa deseo, querida pera:
que TODOS comamos lo que más amamos
y que para siempre así sea».
Amén.
Y con un bocao se comió entera
a la croqueta cubierta de pera.
PS: Gracias a los dos fans que nos enviaron estas frutas desde tan lejos. Va por vosotros!
Que gusto leer tanfantasia! Ahora tu blog esta en mi bloroll. Beset… 😉
Grazie! Il gusto e mio quando vedo cuele foto al tuo salone…mmm…fameeee. Anche tu sei al mio blogroll, bacione!