Hablemos del amor y otros peligros.
Hablemos de cuando los pomelos se convierten en superhéroes por una noche, unas horas, un verano o una semana. De cuando se autootorgan superpoderes con fecha de caducidad. De cuando entran en el bar como si empujaran las puertas de una taverna del oeste, llevando el «modo cazarrecompensas» activado.
Porque sí, la mayoría de pomelos y pomelas, en alguna ocasión, se han sentido superhéroes delante de completos desconocidos (evidentemente, no cuela delante de sus concocidos).
Estos superpoderes suelen activarse cuando empiezan a prepararse para ir al mercado. Solamente pensar que estarán rodeados de melocotones frescos en oferta, hace que su batería de poderes empiece a cargarse por alguna extraña conexión hormonal. Y como si de un relato de literatura Pulp se tratase, mutan genéticamente a partir de la medianoche; sus habilidades físcas, sonoras e incluso de desplazamiento aumentan a una velocidad directamente proporcional al nivel de alcohol: manipulan la energía, cambian de forma, y sacan sus mejores armaduras naturales (agilidad, puntería, habilidad de salto, omnilingüismo y para qué seguir).
Reconozcámoslo, todos hemos tenido superpoderes alguna vez. ¿O quién no ha pensado nunca?:
– Me está mirando – coño, ¡Percepción extrasensorial!
– Fijo que se acerca a decirme algo – ¡Precognición!
– No me hace ni puto caso – ¡Invisibilidad!
– Se marcha al siguiente bar – ¡Teleportación!
– El garito abarrotao y se ha ido a la otra punta – ¡Vuelo!
– Le tengo al lado y me estoy meando – ¡Fuerza sobrehumana!
– Qué bien, está con su pareja – ¡Invulnerabilidad!
La pena de todo esto es que dejamos de ser superhéroes al día siguiente, o a los dos meses, o a los diez años. Con el tiempo, los superpoderes se van domesticando por el azote cotidiano de las hojas del calendario, hasta que llega el día en el que uno debe convencerse a sí mismo de que un día fue superman. Y ¿entonces qué?. Entonces resulta que desearíamos haber tomado precauciones, no de las de pómelo, póselo (bueno, tal vez sí), sino de las de guarda para cuando no hay. Hay, ay, ay, ay, si el amigo Valentín hablara.
Valentín era un sacerdote que ejercía en Roma hacia el siglo III, cuando gobernaba el emperador Rajoy II, quien decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes porque, en su opinión, los solteros sin familia eran mejores soldados, ya que tenían menos ataduras. El sacerdote consideró que el decreto era injusto y desafió al mero (emperador) celebrando en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. El emperador Rajoy se enteró y como Valentín gozaba de un gran prestigio en Roma, el emperador lo llamó a Palacio y ordenó que lo encarcelasen. Entonces el oficial Cabronius quiso ridiculizar y poner a prueba a Valentín pidiéndole un milagro: amar para siempre como el primer día, a lo que Valentín repondió:
«En las historias de amor, a veces no hay solo amor, a veces no hay te quieros y sin embargo se quieren».
Tras esta superfrase Valentín pasó a ser San Valentín. Y con esta frase y este video brindemos hoy por todos los superhéroes de carnaval, por todos los san valentines y por el primer aniversario de frutodetuimaginacion, que no decaigan los superpoderes: ¡A metamorfosearse!
«Sólo sé que un día fui superman, un superhéroe en un país tropical. Créanme un día fui superman, un superhéroe que perdió el manual» Nacho Umbert & la compañía.